No lo padezco. Incluso lo disfruto. El encierro no es una dificultad para mí. El que elijo, claro.
En vacaciones durante largas jornadas me quedo adentro. Cuestión de gustos, aunque la ciudad visitada sea fantástica. Deformación profesional, tal vez. En mi trabajo estoy en contacto con mucha gente, a veces demasiada. Por lo que practicar mi ermitaño, me relaja. Me inspira.
Pero ahora que acovachados estamos todos y en estas circunstancias, tengo entre manos algunas alegrías literarias por delante. Terminar de redondear algunas, y arrancar con otras.
Yo hago juguetes, hace años renuncié a la clasificación de artista. Juguetes en forma de fotos, en forma de textos, en forma de páginas web. Pero son eso: mis chiches.
Durante la pandemia pondré énfasis en el pudor. Sí, ante la exposición más que la vanidad, siempre logra ganarme la vergüenza.
Y eso también es raro. Tal vez en estos días aprenda, ¡y de una vez por todas!, hacer mío al equilibrio. Iré fotografiando mi rutina en 44 metros cuadrados. A ver quién gana.