ÍNDICE
1. Obertura
2. Nadie
3. Paramáuntica
4. Azotea
5. Sólo somos los kilos que perdemos en Megatlón
6. Cortometraje I: Devoto
7. Richard Bourbon
8. Cortometraje II: No tendría los ojos violetas sino me llamase Elizabeth Taylor
9. Gafas negras
10. Acomodadora
11. Vademecum
12. El guión que el Diablo no se atreve a rodar
13. Seven up
14. Dios en rueda de prensa
15. Pandas
16. Águilas, ángeles y astronautas
17. Corolario
PERSONAJES
Elizabeth Taylor, filmstar.
Carla Agüero , ama de casa vestida de escudero.
UNO
OBERTURA
1
ELIZABETH: Hice del escarnio, mi más nítido escenario.
Me serví del abucheo, para engarzar piedras preciosas.
Sumergida en desventajas, provoqué mi más fulminante suceso.
Mi reino no existiría si no lo destruyera sistemáticamente.
Mi estado de gracia es el error
y el hundimiento: mi estola de zorros.
Diva en permanente estado de avería.
DOS
NADIE
2
ELIZABETH: Inicié esta novela con el único propósito de acabar definitivamente con la literatura.
Como el obeso que devora sus dientes, hasta volver completamente inútil a su boca.
Hice de cada página escrita: un filete para mi cena.
Desaparecí 317 párrafos de mi biografía
durante el último ataque al refrigerador.
A este apetito ya no lo sacian ni boletos en primera,
ni recetas de farmacéuticos.
Demando sílabas fornidas. Atomatadas.
No existe mejor norte que una croqueta.
La mejor parte de la cuchara
ha sido siempre la garganta.
Regida por la urgencia y el traspié,
arrastro mi gloria en varios tomos.
Cada capítulo es una granada de mano
y estoy destinada a lanzarlo mar adentro.
Una buena actriz en poco se diferencia de un terrorista.
3
Debería intercalar sucesos livianos.
Desperdigar croutons entre episodios de alpinismo y primicias mundiales.
Anécdotas, donde equilibrar el paladar.
Morder, y que no resulte siempre una esmeralda.
¿Pero tendré yo la culpa de portar una vida demasiado condimentada?
He sido rodeada sistemáticamente por la espectacularidad.
Aún en las más insignificantes rutinas, me recubre una pátina de caramelo.
Tomar un baño,
es espolvorear a millones de voayeurs con la cocaína de mi fama.
Me resisto a fragilizar mi obituario.
Deberán asumir el riesgo. Soportar la infección.
La envidia llevará mis iniciales.
Bombardeada de aplausos,
no podré escapar nunca a Elizabeth Taylor.
TRES
PARAMÁUNTICA
4
ELIZABETH: Nadie.
Sino en un formidable estado de ebriedad, podría creer que llevo los ojos violetas.
¡Si es de circos!
No existen tal par de ojos. Ni mujeres barbudas.
Sólo un fauno podría llevarlos.
Sin embargo, la MGM convenció al planeta de mi excepcionalidad.
Y mi madre, en sus últimas bocanadas, se jactaba de así haberlos hecho.
No he podido heredarlos,
sino de un desquiciado experimento en el revelado de negativos.
La honestidad jamás me ha rozado.
Si yo misma lo admito: son violetas.
Deberían encerrarme en el Zoo.
5
Me han decapitado la infancia.
Una bruja aplastaba mi busto a los trece años.
Fajada para entronar la inocencia, forniqué delante del arco iris.
Debí ser yo, y no Judy, quién se quedara con el papel.
Hollywood ha tenido siempre debilidad por los alaridos.
6
No me ha picado la serpiente,
pero puedo asegurar que el veneno ha recorrido la pantalla.
Me han colmado de fragancias, cuando mi actuación apestaba.
Soy veinte veces más torcida que un cuento de hadas.
7
– “Repite las líneas que lanzo a tu mente, querida.”
Tennessee no se cansaba de repetirlo.
-“Sólo entrego hojas en blanco a mi editor.
En toda mi carrera no he escrito otra cosa que Elizabeth Taylor.”
Ese marica debió estar borracho por intentar sobornarme con semejante patraña.
Katharine Hepburn, Deborah Kerr o cuanta starlet se cruzara en su camino,
habrá soportado la misma chorreada de halagos.
Sobre todo si poseía un marido lo suficientemente dotado
como para ser bisexual,
a cambio de una buena cantidad de pasta y cocaína.
¡Como supe amar a esa despiadada gallina!
8
Si mis espectadores no han derramado lágrimas,
al menos han lanzado babas sobre sus palomitas de maíz.
Deshidratados, han valorado mi mejor hallazgo:
la monstruosidad.
9
El postre de la Costa Oeste.
Mis ojos violetas en las alacenas de cada cocina americana.
De Hawaii. Espléndidamente traídos.
Ananá. Piña en latas.
Mi rostro en la portada de cada lata.
Cine en Latas.
Fruta.
La pulpa de la diva en Primer Plano.
Envuelta en almíbar, soportaré Pearl Harbor.
Mi marido y su empresa.
Una familia dulce.
Un dólar con noventa el kilo de fantasía.
Nacerán niños de arrope.
La industria del hambre y el entretenimiento.
Una estrella resbaladiza.
A mis colegas les resulta imposible sobrevivirme.
La única alfombra roja que he pisado,
ha sido mi lengua.
10
No tolero la vida, sino es en Cinemascope.
No hallo intimidad, sino delante del fogonazo de los flashes.
Estaría perdida delante del ginecólogo,
si no llevase conmigo a mi Director de Fotografía.
Soy el mejor error desde que Hollywood inventó la Naturaleza.
Existo para que el mundo comprenda el significado de la palabra imposible.
Debería entrevistarme Carl Sagan.
11
He peleado con el león de la Metro en una Sinagoga de Santa Bárbara.
Le he reventado el cráneo, muñida de dos premios Oscar.
Una experta en triturar adversarios.
Eso he sido siempre: inteligentísima.
12
Me han dejado envejecer,
repitiendo hasta el hartazgo mis antiguos films.
Conservando antropófagos,
mi belleza entre los dientes.
Mi voluntad en nada se parece al entretenimiento.
No puedo escapar de la fama,
como no puedo desprenderme de mi esqueleto.
Momificada por el celuloide,
fui construida para el deporte de fisgonear.
Las miradas se empecinan con mi bolso.
El diseño de mis aretes
es debate en los baños del Palacio de Buckingham.
La máquina se ha activado. Y nada puedo hacer por impedirlo.
Revestida por la chisme, es imposible hallar un respiro.
Escapatoria, dentro de la Vía Láctea.
La prensa se masturba con las delicias de mis múltiples divorcios.
CUATRO
AZOTEA
13
CARLA: Soy la reina de los quehaceres.
La virgen sobreactuada del Woolite.
Aireo sábanas, como quien domina motines.
El sol condena mis postizos.
He sido coronada con una ristra de broches de madera.
Una cuarentona muerta de miedo,
y sin un puto diamante.
Pero lustro un ánfora en secreto.
Mi marido no sospecha la alfombra en la que vuelo.
Rebatida, aguardo la noche gloriosa de mi estreno.
Fregar un calzón, cocer una carne, cerrar el pico.
Las he vuelto tareas de faraona.
La ficción es la única memoria de la que dispongo.
CINCO
SÓLO SOMOS LOS KILOS QUE PERDEMOS EN BETTY FORD
14
ELIZABETH: Entro al ocaso con un sobrepeso inusitado.
A medida que mi carrera desaparece, ensancho mis caderas.
Con una cuchara de postre cavo mi propia tumba.
Contratos. Pollo frito. Críticas en el New York Times.
Proyectiles lanzados a mi boca.
No domino las guarniciones.
Acabo mi profesión a dentelladas.
Regreso al anonimato entrada en carnes.
Cubierta de párpados.
La miel me vuelve corrupta.
Estoy imposible de entallar.
Propulsada, soy un dirigible entrando en Corseterías.
En leotardos amarillos.
Me tengo rodeada.
Bajo los reflectores, las estrellas de manteca suplican misericordia.
15
Soy el almacenamiento.
Elizabeth en el Paraíso.
El único papel por el que he peleado,
ha sido la cubierta de un chocolate Godiva.
Y he estado magnífica mascando en Technicolor.
La obesidad es el mejor antifaz que he podido construir.
Soy un ave de tormenta dispuesta a traicionar su memoria por un cheesecake.
La reina de la aniquilación.
Me han educado obesa,
en una cintura de cincuenta y cuatro centímetros.
Vieja, gorda, alcohólica y divorciada.
¿Cuánto metros de celuloide pesa una estrella?
Directora de la Fundación para la lucha contra el Sida desde 1978.
16
Me han volado cartílagos por superstición.
He padecido hemorragias bajo un secador de pelo.
Cristo se ha puesto de rodillas ante a mi colección de pestañas postizas.
17
Touché.
Concurso de Esgrima.
Bastoncitos de queso. Dados de salamín. Salchichitas con mostaza.
Destrezas, si las hay.
Copetín al paso, en casa del Embajador.
Touché.
18
Me he quebrado las costillas por calzarme el último Lanvin.
He lavado los platos sucios ante un séquito de abogados.
Engordo, ingiriendo horas de divorcio.
A los fideos les voy a poner crema antiage.
19
He vendido la virtud por una albóndiga,
y conocí la hermandad sobre una fuente de fetuccinis.
Mi cuello es una pantera que exige tarteletas.
Llevo las manos repletas de proteínas,
pero he perdido el rumbo de mi boca.
Sueño con matas de calabacines cubriéndome las espaldas.
Con alcanzar besos de sopa crema durante una siesta.
Íntima y marítima, me sumerjo en las bondades del sambayón.
Revisto mis encías con sémola y recuerdos.
Las huestes del sobrepeso se acumulan,
y entro en sopor.
20
Mi busto de avispa ha sufrido infecciones
que el blanco y negro supo disimular perfectamente.
Trozada. Flieteada. Traspasada.
Una estrella condenada al plano americano.
21
Llevo una rosa de tallo largo en la mano.
Intento ocultarme. Distraer mi volumen.
Un bouquet sería más adecuado.
Donde supo brillar mi cintura,
se alza ahora un panteón.
SEIS
CORTOMETRAJE I: DEVOTA
22
CARLA: 1. Panadería. Exterior. Día
Una dulce viejecita entra a comprar su pequeña ración diaria.
2. Panadería. Interior. Día
Hurga en su monedero, y cuenta los pocos centavos que tiene.
Es claro que no le alcanza.
El Panadero de pésimo humo, la observa.
La Viejecita halla entre sus miserias,
una estampita de Elizabeth Taylor. La besa.
El Panadero cambia de actitud.
El morrudo hombre descorre una cortina detrás del mostrador.
Un altar dedicado a la diva se ilumina entre rosquillas y baguettes.
Leal a su reina, le ofrece a la anciana una generosa cantidad de pasteles y bocadillos.
Se oye un bucólico coro de ángeles.
Funde a violeta.
SIETE
BOURBON. RICHARD BOURBON
23
El único modo decente de llevar una sortija matrimonial en el dedo,
es cargando una copa de Bourbon en la mano.
Puedo perdonarte la bebida.
Fingir que lo que te metes, son antigripales.
Incluso, he aprendido a hacer la vista gorda, a los trastos de tus infidelidades.
Pero lo que no puedo perdonarte,
es que hayas sido tan endiabladamente hermoso.
Eso sí, que no podré cobrártelo.
24
«Desmiente el Vaticano que el pene de Richard Bourbon sabía a chocolate.»
Stroessner criticó la relación, y la KGB nos miró con sorna.
Me han elegido marido en el peor casting de la Historia.
Me han matrimoniado a las apuradas con Dios y María Santísima.
Hombres en papel dorado. Cajas de maridos.
Es imposible que Suiza deje de tentarme.
Soy el diablo desenvolviendo pecados.
Chupándome los dedos de fracasos.
25
Practico mis días, organizando escapes.
Insulto a mis fanáticos
que pagan fortunas por verme sobreactuar.
Abrazo las seis cifras de mis divorcios.
26
La única electricidad que ha iluminado a Hollywood
han sido mis orgasmos con Richard.
Un panal de mucamas recoge las esquirlas de nuestras peleas.
Cada resaca es una biblioteca menos.
Y la muerte será nuestra única aspirina.
Mamuts con pie de manteca.
Donde vayas, consigue siempre tu helipuerto.
27
Ocho matrimonios.
Siete divorcios.
Dos premios Oscar.
Un derrame cerebral.
28
Embisto con la precisión de un oso.
Domino a sopapos a la crema inglesa.
Amontono vodka en mis cachetes.
Me he vuelto una experta en el bandejeo.
A sartenazos obtendré el Sí en un altar.
Eso, a sartenazos.
Siempre he deseado tener un puesto de flores carnívoras.
29
ELIZABETH y CARLA: (Al unísono.) Mustang. Un Mustang recién comprado.
ELIZABETH: El convertible de mi marido, hundido en la maleza.
Exceso de velocidad.
No supo.
No debió intentar escapar con un cargamento semejante.
El marido de la estrella acusado de fraude.
Los titulares volverán a destrozarlo.
La cajuela dejó escapar cientos de latas.
Rodajas de piña alfombran la carretera.
La sangre y el almíbar dibujan el autógrafo que jamás soñé firmar.
Llego desesperada.
Me ha traído un Oficial.
“Ha muerto en el acto.”
Cruzo miradas por el espejo retrovisor.
¡A quién se le ocurre flirtear en estos momentos!
El viento roba mi pañoleta lila.
No comprendo ni una palabra cuando me hablan de matrimonio.
Jamás he sabido diferenciar una boda de un cataclismo.
OCHO
30
CARLA: CORTOMETRAJE II: NO TENDRÍA LOS OJOS VIOLETAS SINO ME LLAMASE ELIZABETH TAYLOR
TRES LIMONES
CARLA: Casino. Interior. Noche.
Maquina tragamonedas.
Una mano de mujer jala la palanca. Inicia el juego.
Plano detalle: lleva un anillo con una importante piedra violeta.
El azar cobra movimiento.
Espera la coincidencia de las tres figuras.
La maquina se detiene.
En el primer casillero: la carita de Elizabeth.
Casi inmediato, en el segundo también es Elizabeth la elegida.
Y por último y como debe ser: Elizabeth.
Suena la sirena. Las luces giran.
Una catarata de justicia y monedas.
Redención, y milagro.
¡Martingala Taylor!
Corte a:
31
CONSERVAS
Supermercado. Interior. Día.
La misma mano. El mismo anillo con la piedra violeta.
Conduce un carrito por los pasillos del supermercado.
Se detiene entre dos góndolas.
Vemos perfectamente apiladas. Faraónicamente expuestas.
Cientos de latas de piña con la carita de Elizabeth.
La Dama del carrito adquiere velocidad.
Es claro su objetivo: embestir la pirámide.
Toma impulso y corre.
Corte abrupto a:
32
VIOLENCIA FAMILIAR
Living Clase Media. Interior. Noche.
Violentamente se abre la puerta de entrada.
Un marido borracho llega a su hogar.
Su mujer asustada deja caer un plato al piso, que se destroza.
Nota de Audio: Se oye el caer de las latas de la escena anterior.
Le cruza la cara de un golpe.
Ella intenta huir, forcejean, le jala del pelo.
Una desagradable situación.
Baño Clase Media. Interior. Noche.
Ella logra encerrarse en el baño. Corre el pasador.
Temblando y sangrando presiona el botón anti-pánico.
Fachada Casa Clase Media. Exterior. Noche.
Un patrullero de la Policía llega a gran velocidad.
Se detiene delante de la casa.
Dos enormes agentes descienden del coche.
Nunca vemos sus rostros.
En la espalda llevan bordado: “E.T. Patrol”.
Baño Clase Media. Interior. Noche.
La mujer aterrada, observa cómo la madera de la puerta se agrieta con cada embiste.
La bestia está punto de entrar.
Living Clase Media. Interior. Noche.
Una enorme mano masculina, detiene por el hombro al golpeador.
Lleva uñas pintadas de violeta rabioso.
Derriban al piso al agresor, y lo esposan.
La mujer sale del baño.
Sonriendo, aliviada, con lágrimas en los ojos.
Plano de los policías:
Dos hombres muy masculinos que llevan pelucas y maquillajes que nos recuerdan a Elizabeth Taylor.
Uno de ellos protesta con un chistido.
En el forcejeo, una uña se le ha despegado.
Corte a:
33
GLOBO
Calle céntrica. Exterior. Día.
Una niña de rulos juega en la calle.
Lleva un globo violeta en la mano.
De pronto, el viento vuela su inocente compañía.
La niña llora desconsoladamente.
Aparece una Mujer no muy alta y regordeta, entallada en un body de lycra.
Lleva una capa violeta.
Jamás vemos su rostro.
Vuelve a salir de plano. Conocemos que vuela.
La niña con lágrimas aún en los ojos,
observa hacia arriba, esperanzada.
Un instante, y la heroína regresa con el globo.
La niña festeja y aplaude.
Veinte palomas blancas cruzan victoriosas el horizonte.
En plano detalle notamos que nuestra heroína lleva debajo del guante,
un anillo con una piedra, que adivinamos violeta.
Sale, hacia sus amigas las palomas.
Corte a:
34
Cine “Los Andes”. Exterior. Tarde.
Fachada del cine. Llueve torrencialmente.
La cartelera anuncia: “De pronto, el último verano” en un glorioso blanco y negro.
Carla entra con su carterita.
Cine “Los Andes”. Platea. Interior. Tarde.
Carla se acomoda en la butaca.
La sala se encuentra prácticamente desierta.
El característico rugido del león de la Metro, anuncia el inicio de la función.
En blanco y negro
Mansión de Bel Air. Exterior. Noche
Fachada.
Mansión de Bel Air. Interior. Dormitorio. Noche.
Delante del espejo tripartito, Elizabeth en camisón se quita su enorme anillo de piedra violeta,
y lo apoya en su coqueta.
Efecto de color únicamente sobre la piedra, para todo lo demás conservamos el blanco y negro.
Comienza a cepillarse el cabello, como cada noche antes de acostarse.
Volvemos al color.
Cine “Los Andes”. Platea. Interior. Tarde.
Carla extasiada por lo que sucede en la pantalla, come automática palomitas de maíz.
De pronto, algo la atraganta.
Un instante de pánico.
ELIZABETH: Supermercado. Interior. Día.
El carro embiste contra la pirámide de ananá enlatado.
Rodando. El desparramo es monumental.
Cientos de caritas de Elizabeth caídas.
Desparramadas, decapitada.
Cine “Los Andes”. Platea. Interior. Tarde.
Carla logra escupir aquello que la tenía ahogada.
Es el anillo de piedra color violeta.
Blanco y negro
CARLA: Mansión de Bel Air. Dormitorio. Interior. Noche.
Elizabeth durmiendo en su enorme cama king size.
Plano detalle en la coqueta:
donde debía estar el anillo, hay ahora una pieza de pollo frito.
Efecto color sobre la pieza.
Nota de audio: Se oye la sirena del tragamonedas otorgando el Premio Mayor de la primera escena.
Corte Final.
NUEVE
GAFAS NEGRAS
35
ELIZABETH: 1 ½ medida de vodka
5 de jugo de tomate
3 gotas de salsa tabasco
1 pizca de sal de apio
1 vuelta de pimienta negra
1 rama de apio
1 rulo de cáscara de limón.
Semejante tributo a la rotura del himen de María me resulta enervante.
No llevo tiempo para sacrilerías.
Delante de una copa, la más ruda de las urgencias me precipita.
No podría en ese estado diferenciar mi pulgar, de una cáscara de limón.
Mi huella digital quedaría guillotinada hundiéndose en el trago.
Me importa un bledo el Bloody Mary.
36
He bebido las colinas de Hollywood.
He gozado de sus acantilados.
Mi blusa ha sido festejada por miles de fanáticos.
Me han abucheado en Moralidad.
Llevo la juerga impresa a la médula espinal.
La belleza me ha confinado a la libertad más despiadada.
37
ELIZA VETE
El hígado se me ha escapado.
Saltó de mi busto.
A las puteadas intenté detenerlo.
No hubo modo de convencerlo.
Harto de estertores.
Aduciendo ensañamiento, se ha divorciado de mí.
Nada más injusto que un segmento.
Sin previo aviso.
Ni cuchillos.
Tomó envión, y escapó por sobre mi vestido.
Ha sido imposible hacerlo entrar en razón.
Temo que el ejemplo cunda.
Mis piernas, aunque inútiles, se han mantenido fieles.
Pegadas a mis caderas, digo.
Pero esta traición no quedará impune.
Su alegría no tendrá mucho para decir.
He tolerado sus juicios. Sus migrañas.
Hemos convivido a base de Reliverán.
¿Desde cuándo las hendijas gobiernan?
Podré cambiar de apellido.
Podré ser obstinada.
Multiplicar mis cuernos.
Pero he tenido siempre conciencia de conjunto. De unidad.
No ando desprendiéndome por ahí.
Salpicándole libros a la muerte.
Ese manojo viscoso será replicado.
Ya no podré secretar bilis, pero nuevamente estaré completa.
He mandado a construir una coqueta cartera a Nina Ricci, en su reemplazo.
Han abierto la fábrica para mí.
En víspera de año nuevo, no evitará esa gelatina, que alce mi copa a las doce.
Un modelo de la próxima temporada habita sustituto en mi interior.
Sintética, pero vanguardista.
38
La prensa ha descubierto al insensato cruzando la frontera.
Aseguran haber visto a mi antiguo hígado volando en clase turista
hacia un exótico país de Latinoamérica.
México.
Y hay quienes defienden
que ha sido la primera glándula en recibirse de quiropráctica en La Sorbone.
Me toman por estúpida.
Me encierro en un frigorífico, a esperar la llamada de mi agente.
DIEZ
ACOMODADORA
39
CARLA: Roque no entiende.
El orgullo lo enceguece.
7,50 la hora.
– “Claro que sí”, le dije.
No voy a negar que a mí también me resulta…
Pero pensá en lo bien que nos vendría una estufa en el cuarto.
Son cuatro horitas, tres veces por semana.
Elizabeth aprendió de chiquita a pelear sus contratos.
Como un halcón luchó su primer millón de dólares con los directivos del Estudio.
Cómo no voy exigirle a Gutiérrez:
– “Matinée y vermouth. Nada más. Nunca de noche, mucho menos trasnoche. A mi marido no le gusta que ande a esas horas por la calle. Son cuatro cuadras, es verdad. Pero una tiene su reputación. Su frente alta.”
A la función 13:45 asisten damas y niños acompañados por sus tías, únicamente.
Algún caballero, que prolonga su hora de almuerzo vaya a saber con qué excusa.
Les indico sus butacas, ilumino si perdieron un guante. Y les sonrío.
Eso es todo.
Pocos consultan los detalles de la programación.
Me muerdo los labios por no lanzarles una metralleta con los nombres y apellidos completos del elenco.
Con una síntesis del argumento, y una modesta crítica constructiva.
Calladita.
Pero si alguno pregunta. Habilita la compuerta y ahí entro a mis anchas.
«¿Cómo te fue?», me pregunta al regresar.
Bien. Aburrido, como siempre.
Los detalles, a Roque se los evito.
¿Para qué? El orgullo.
El orgullo.
40
Para firmar el contrato, me compré un par de zapatos.
Para que la letra me saliera más linda. Más segura.
A siete centímetros del suelo, una infunde otro respeto.
En mi corazón iba a estar frente a Mister DeMille cerrando por una cifra escandalosa.
No voy a negar que pensé que lo haríamos en su despacho,
y no apretados en la boletería
apoyándome sobre una revista porque la birome no marcaba.
Borraneada. Horrible. Quería romperlo.
Pero quieras que no, es un contrato con La Industria.
El tema es entrar. Empezar.
El Cine Los Ándes, desde ahora “el empleador”, se compromete a pagar a la Señora Agüero 314.60 pesos mensuales. Es decir 7,15 la hora.
– “¿Cómo 15? ¡Habíamos arreglado con 50, Gutiérrez!”
El sindicato. El sindicato.
DeMille nunca me hubiera hecho esto.
– “Pero las pilas para la linterna las pone usted.”
Ahí me planté. Orgullosa, como el Roque.
– “A fin de mes tenemos estufa, viejo.”
41
Exigí, imploré y tanto le insistí, que al final accedió.
«Tiene que ofrecer prestigio. No todo son disparos y trompadas.
Una sala como ésta, Gutiérrez, tiene la obligación de ampliar el gusto de su distinguida clientela.”
La semana que viene arrancamos con «Lassie».
Va a ser un boom. Estoy segura.
ONCE
VADEMÉCUM
42
ELIZABETH: Fractura de pie.
Dedos rotos.
Una esquirla en el ojo derecho, que bien valía un divorcio.
Hernia múltiple de columna.
Derrame intravenoso.
Tumor cerebral.
Disentería amébica, laringitis, faringitis.
Agotamiento. (Eso es normal).
Trastornos alimentarios múltiples.
Alcoholismo.
Adicción a los barbitúricos.
Un niño maneja mejor las canicas, que los médicos mis recetas.
Un total de 26 operaciones.
Sin contar una liposucción frenética en la primavera del 86.
He viajado a la Luna sin poner un pie en la NASA.
43
Simplemente bebo hasta que un pájaro azul se posa sobre mis hombros.
Nuevamente internada en el Betty Ford.
Esta vez atiné a traer un par de gargantillas y los adornos de mi aparador.
Para sentirme en casa.
Soy Heidi con demasiadas cabras.
Una sucursal del Prozac.
44
Mi segundo matrimonio con Richard
ha desencadenado más portadas que las caídas de las Torres Gemelas.
45
Cada vez que me han exigido sobriedad, me he ido por las ramas.
Puedo convencerlos de ser Godzila,
o una gatita siamesa.
He perdido la virginidad cientos de veces.
He sembrado rosas por atraer culebras.
Se atreven a llamar alcoholismo,
lo que a las claras resulta ser homicidio.
Aplauden,
por verme aniquilar a Elizabeth Taylor.
46
Cuando mejor supe comportarme,
fue estando ebria.
Masculina. Siempre. Jamás descuidé eso.
Bebo whisky como quién expende semen.
Hay una nube de tabaco.
Una sombra de bigotes que me asoma al intoxicarme.
He mandado al Diablo corpiños y enaguas.
Cuando trago huelo a fiera.
Podría comer carne cruda. Recibir azotes.
Si es que no los he recibido ya.
47
Me he vuelto una especialista en deslizar mi vida hacia los acantilados.
He volcado. Dado trompos en las licorerías de San Diego.
Envuelta en insultos y diamantes,
me he paseado desnuda por Rodeo Drive.
Nadie miraría mi cuello,
si no para arrebatarme de un zarpazo la personalidad.
48
Cientos de paparazzis exigen la exclusiva. Aguardan mi tropiezo.
La niña obesa juega en la nieve.
La cámara exige lo imposible.
El calendario me ha dado con su bate de béisbol.
Caigo empapada sobre mi enorme traste.
La fama no ha hecho otra cosa que confinarme a un quirófano.
Preferiría que me arrolle un jet antes de volver a enamorarme.
Pero daría mis dos piernas por ser deseada nuevamente.
Detrás del horizonte, no hay más que un viejo proyector.
DOCE
EL GUIÓN QUE EL DIABLO NO SE ATREVE A RODAR
49
ELIZABETH: Anclamos en mitad del océano.
Bahamas. O podría ser un archipiélago de Hawaii.
No lo sé. Me resulta imposible asegurarlo.
Al menos, no en este estado.
El Capitán promete barracudas, peces-espada, los ambiguos delfines.
Pero la jaula y mis expectativas son contundentes:
aspiro a cruzarme con las mejores dentaduras.
Al sumergirme, las piernas regresan aliadas.
El agua esquiva mi parálisis.
La sirena de los ojos más viejos del mundo está dispuesta.
Soy tan violeta como el turquesa que me rodea.
50
La prensa insulta a la maniobra tildándola de “capricho”, “extravagancia”.
Conservan, como siempre, la superficie de los hechos.
Catalogan de “aburrimiento” a la urgencia.
Especulan si mi cerebro será capaz de resistir la presión.
Subestiman, la profundidad de mi alcance.
51
Muñida de un arpón y un guía mancebo, aguardo redonda y descalificada.
De pronto un alarido ruge en las profundidades.
Es el mejor aplauso que jamás se me ha brindado.
Soy la carnada perfecta.
La voz se ha corrido de inmediato entre mis puntualísimos fanáticos.
Vengo a alimentar tiburones con AZT.
Abro la jaula.
Aterrado, el mancebo intenta detenerme.
Pero un golpe seco, lo deja fuera de combate.
Leona.
Me lanzo a la libertad, despliego mi avatar volando océano adentro.
He mandado construir una gargantilla acorde.
Despliego un rosario de píldoras, anchoas, besugos, antivirales, efavirenza y esmeraldas.
De mi cuello parten ofrendas,
destellos y esperanzas finamente hilvanados.
Son cientos. Miles.
Nace la eucaristía.
Se acercan.
Giran.
Un trompo ofreciendo sino milagros, treguas.
La formidable Fedra.
Si sobreviven es gracias a las joyas, y no a las medicinas.
No se acercarían sin el brillo.
Puedo identificar cada mirada.
La cicatrices en el lomo.
Aquél que sólo conserva una de sus branquias.
Mi antiguo coiffeur.
Amputados. Con llagas.
El mayordomo que huyó de la Mansión,
sin que mi idiotez percatara
la verdadera razón de esos pañuelos manchados con sangre.
Regresa apresurado. Sin tiempo para el rencor.
Pero las heridas son inolvidables.
La naturaleza empecina a sus hijos a sobrevivir.
Anclados,
se retuercen.
Es imposible librarlos.
Podría perder un brazo en el reparto.
La lengua de acero de mis abandonados escualos me destrozaría en un descuido.
Su piel de lija con sarcomas, deshacerme un instante.
Enfermos terminales devorándome en segundos.
No alcanzo ni a pensarlo.
¡Es el ballet del AZT!
Lápices labiales para miles de depredadores.
Soy la espina que bendice.
Una emperatriz necrológica.
Luciérnaga entre bombardeos.
Apaciguo con pétalos a la calumnia.
A merced de las corrientes, me encuentro útil por primera vez.
Se aglutinan en torno a su madre.
Sirvo. Devoran.
Protagonizan el guión que el Diablo no se atreve a rodar.
TRECE
SEVEN UP
52
CARLA: A las 3 empezó con los vómitos.
Yo dije: “Es el pescado.”
Seven up, y a otra cosa.
Pero no terminé de dar la segunda vuelta con la cucharita, que empezó a nombrarla.
A los gritos, la llamaba.
Que la tengo escondida…
Que yo no quiero que él sea feliz…
Un disparate tras otro.
Al principio pensé que me estaba cachando.
– «¿Dónde, me querés decir?»
Y él insistiendo.
Que me iba a denunciar al FBI…
Que esa mujer no tiene pasaporte…
Que los directivos de los Grandes Estudios son todos mafiosos…
Que van a mandar a sus gorilas.
Y que le van a venir a romper las piernas a él,
si yo no la hago aparecer.
– “¡Mirá si ella va a aceptar esconderse en el cuartito de los cachivaches, Roque.
Razoná, por favor!”
Yo, encantadísima,
pero ¿qué va a venir a hacer Elizabeth Taylor a Boedo?
¡Llamo ya a una ambulancia!
53
– “Yo entiendo, Roque, que estés delirando.
Entiendo que la salmonella te brote, pero respetá.”
Ahí me puse firme, che.
“Si bien no la conozco, la considero mi hermana. Y lo sabés.”
En todas las familias, hay uno que logra despegarse del resto.
Bueno, entre nosotros fue Elizabeth Rosemond Taylor.
Y él: – “Te la voy a encontrar y es peor. No me hagás enojar.”
Y yo: – “Vos ya estás enojado y no te hice nada.
Es el pescado, viejo. Calmate.”
– “Ya estuvo con un plomero.
Su sexto marido fue un hombre de la construcción. Plomery le dicen allá.
¿Por qué no me va a querer a mí? ¿Qué tengo sarna?”
Y me dio ternura. Porque es verdad, es un as reparando calefones.
¡Las veces que lo han llamado de BGH!
Hasta su propio maletín con herramientas, le ofrecían.
¡Qué son carísimas!
Pero él: nada. Orgulloso.
Por eso odia a Gutiérrez.
La relación de dependencia no va con su modus operandis.
Y se dice plumber. No plomery, viejo.
Plumber, como Christopher.
54
Me tuve que encerrar en el baño.
Violento.
Y él que nunca. Jamás me levantó la mano.
Me revuelve las cosas. Busca.
– “¿Qué llave, Roque? A ese cuartito no entró más nadie, desde que mamita nos dejó.
¡Qué se yo, dónde está! Cuidado con mis perfumes.”
Y él a las patadas.
Que hasta que Elizabeth no salga del baño, no se calma…
Le recita poemas en inglés para seducirla…
– «Roque no hablás una palabra en idioma. Un cocoliche sos.»
(Maquillándose.) Va a bajar la puerta a trompadas.
No tengo más remedio que seguirle el juego.
(Cambiando su tono de voz.)– Ok, Darling.
I love you too, Julius Caesar.
Con eso lo calmo un poco. Pero no dejo de temblar.
– “¡Roque que hacés desnudo. No juegues con eso. Es carísimo ese papel!”
¿Ahora qué le digo a la Police?
Porque los llamé.
¡Bueno, me asustaste!
Es mi husband, pero está irreconocible.
¿Cómo les explico a los agentes?
– «¿Qué clase de family tiene?», me van a decir.
Me coloco una peluca. La semejanza es notoria. Me maravillo.
Yo vestida de Elizabeth Taylor. Y Roque desnudo envuelto en papel plateado para el horno,
gritando que es el Oscar y la quiere premiar.
Un papelón.
Vamos a salir en los diarios.
Todo el mundo lo conoce.
Sabe perfectamente que es el Roque de Quintino Bocayuba.
Un gasista de confianza.
Olvídate que la Police vuelva a venir si un chorro entra en esta casa.
No hicieron la cruz.
CATORCE
DIOS EN RUEDA DE PRENSA
55
ELIZABETH: Años de acumular lípidos.
Brandys, barbacoas, entremeses adquieren utilidad.
Me habitan frenéticos.
Despiertan.
El calor me inunda. Estoy irreversible.
Trepo a temperaturas inauditas.
Una pátina amarillenta me acompaña. Me blinda.
¡Elizabeth Taylor entra en combustión!
Muta mi fragilidad.
Cede la piel.
Un chispazo inicia la revolución.
Adquiero majestuosidad.
Las llamas me abrazan.
Soy la quintaescencia de la Justicia.
Prendida fuego, me echo a rodar por las laderas de Hollywood.
Me convierto en un inoportuno pabilo.
En una mecha de un metro cincuenta y siete.
Encendida, devoro nísperos y abedules.
56
Me topo en el descenso con el cartel que firma el monte.
La W se adhiere a mi brazo.
Sin su cartel, Hollywood no es más que pasto ardiendo.
La hija de Hefesto sentencia, y la estructura cae.
Los hierros se retuercen. Son de chocolate.
Es un guante que llevo en el cortejo.
Entre gritos de guerra, flameo mi botín.
Godzila se adueña de mi volumen.
Rodando, convido llamaradas.
Vertiginosa, carbonizo el olvido.
He sido entrenada para decapitar la verdad.
Encender la ficción con el chispazo de una cámara.
Honesta y elevada, incrusto mi venganza.
Emerjo con imprudencia divina.
Lanzo proyectiles redentorios.
Expulso escarmientos molotov.
Dos hornallas en las caderas guisan mi monólogo final.
Estoy violando la sensatez.
No hallarán ni una página de esta novela.
Es tiempo de freírlos.
La pantalla es combustible.
Suplicaban poseerme.
Pero esta vez seré yo, quien termine satisfecha.
Lava. Roca fluida. Piedra pómez entre los dientes.
Estoy pariendo el incendio de mi fama.
Quebraron mis rodillas.
Dinamitaron mi equilibrio.
Pero un ejército de antihistamínicos alimenta la hoguera.
Sirvo Capitana, la última orgía.
No sé cuanto más resistiré.
Enormes porciones de soledad se incrustan a mi paso.
Pero llevo impresa la cacería.
Una esfera incontrolable vestida por Cardin.
Mis pantorillas no conciben el suelo.
Soy Juana de Arco envuelta en perlas.
No habrá cuerpo de Bomberos que logre detenerme.
A esta altura resulta imposible separar el hielo del whisky.
La carne es innegable.
Vencer a la muerte, ha sido ya suficiente castigo.
Me he vuelto incandescente.
Propalo meteoritos.
Soy el 911 contra los abusos del Séptimo arte.
57
Una estrella chamuscada.
Entrada en carnes.
Asada.
Sin más altar que el rencor.
Una diva echada a la parrilla.
Una carbonada con lentes oscuros.
La flama gobierna.
Soy un alarde en erupción.
El amor no ha hecho otra cosa que enfurecerme.
Volverme cada kilo más rabiosa.
Debo procurarme amantes con interiores plateados
envueltos en trajes de amianto y casquetes del Departamento de explosivos.
Hasta hoy, ninguno ha logrado acompañar mi sobrenaturaleza.
Diecisiete metros de carne humeante.
Voy cocida.
Sería capaz de probarme. Morder y deglutirme la mano.
¿A qué sabe una estrella?
El diablo que tanto me ha fisgoneado las enaguas, hierve ahora, en sus pantalones.
Soy de hule.
Crezco a voluntad.
La mozzarella de una formidable porción de pizza.
Mis huesos conforman una pasta independiente a la razón.
Si yo misma no doy crédito.
Pero los ojos son irrevocables.
Sucedo como las grosellas, explotando ante el calor del verano.
Cada centavo de este prodigio me pertenece.
58
Llego a la puerta principal de los Estudios.
Colocaron trágicos y apurados una barricada.
Pero equivocan el género.
Esto es comedia.
Un imperio con la quijada de cristal.
Un depósito de sobornos y pagarés.
Palmeras de cartapesta obstruyen el ingreso.
Un actriz de reparto sale al cruce.
Alardea su trayectoria.
Defiende lo que nunca ha tenido.
Con uno solo de mis suspiros termina a lo bonzo
envuelta en las portadas de sus cuatro revistas de morondanga.
Stanislavski estaría orgulloso del dragón de siete cabezas que he compuesto.
La muerte es diminuta delante de mis cicatrices.
Las criaturas de Marvel disponen su mejor maniobra.
Un cofradía de egocéntricos
convencidos que lograrán intimidarme con sus mohínes.
Sin el Departamento de Efectos Especiales
no son más que un grupo vocacional
envuelto en rellenos y capas almidonadas.
Amazonas con dolores de ciático.
Hombres de acero hormonados dignos del mejor parripollo.
Una banda parapolicial con las plumas carbonizadas.
Hace su entrada, el ridículo de Bond.
Un desclasado que jamás alcanzará la Corona.
Un sirviente adornado por Armani.
Una pieza de museo con más jetlag que compromiso.
Spielberg envía su más alto juguete.
Solo un idiota se atrevería llamarlo a dinosaurio.
Una atracción turística
con malos modos puntillosamente guionados.
Un jubilado con más achaques que dentadura.
59
¿Eso es todo lo que tienen?
He convertido a la Fábrica de sueños
en un enorme pastel de cumpleaños.
Solo que las velas continuará ardiendo.
Y no habrá modo de apagarlo.
Lamento que no quede rastro alguno
de Productores y Directores.
Estuve magnífica rodando, y en una sola toma.
Pero esta vez, nadie gritará: «¡Corten!»
QUINCE
PANDAS
60
CARLA: Yo también besé a Montgomery Clift.
En la Sala 2 de un Cine de Boedo.
Recibimos el Oscar con idénticos peinados.
Ella: de Lanvin. Yo: con mis repasadores.
Distinguir que eran para mí, sus parlamentos.
Saber a miles de kilómetros, acomodarme entre sus brillantes.
Latir con sus perfumes.
El día que Elizabeth y yo corramos de la mano por una isla del Pacífico.
Felices y bombardeadas.
Ataviadas de milagros
salvando pandas y homosexuales.
No concibo la felicidad, sino en treinta y cinco milímetros.
DIECISEIS
ÁGUILAS, ÁNGELES Y ASTRONAUTAS
61
ELIZABETH: “Congratulations!”, gritan todos.
Huelo a arándanos.
Empadronada con el cielo viajo tremebunda.
Inquieta, como las diéresis.
Cabalgo por los ombligos de Dios.
Quizás lleve mi cafetera.
Me purifico.
Estoy dispuesta a servir salmón.
Llevo en andas mi cintura de avispa.
Soy el manjar de los poetas.
Digo “sí, sí, sí” a todas las águilas
a aquella nave
aerodinámica
que me parpadea homenajes.
Respondo “acepto”,
“Claro que sí, Mon Dieu!”
Lanzo cascadas de astronautas.
Satélites adornan mi busto de princesa en bancarrota.
Bebo el Espacio.
Mojo mis pies en el estallido Universal.
Me lanzo en órbitas hacia Saturno.
Soy un aladelta.
Derrapo ángeles.
CARLA: Algo sucede con los fotogramas.
Adherido al celuloide, un unguento invade.
Una mermelada.
Los rollos de 32 minutos, superan ahora los 34.
Y de pronto 36.
Cómodos, ocupan 37.
ELIZABETH: Mi boda estelar.
Ovacionan mi alianza.
Regia de carterita, soy jet.
Malabarista en nupcias.
CARLA: El descalabro es evidente.
La programación está imposible.
El horario de las funciones ceden.
Aparece en secuencias en las que jamás ha participado.
Conquista escenas que nunca he rodado.
Se la puede ver bebiendo un martini con Darth Vader.
ELIZABETH: Está ocurriendo.
La Vía Láctea me bendice.
Hablo idiomas.
Enjabonada de aplausos estallo en nuevas creaciones.
La sonrisa gira alrededor de mi dedo.
Blanca hasta la transparencia, los pájaros me admiran.
CARLA: De una zancadilla derriba a Luis Buñuel.
Ingmar Bergman que nunca la toleró,
lloriquea ahora, al verla habitar sus tomas más gloriosas.
Se entretiene desbaratando plots.
Extiende secuencias
Es Elizabeth todo terreno.
ELIZABETH: Reboto en rabinos
Escapo vertical.
Rumbo a la fiesta desfilan mis palabras.
62
CARLA: Una mano invita a la otra.
CARLA y ELIZABETH: Completamos el reemplazo en la oscuridad del cine “Los Andes”.
CARLA: Ensayé milimétrica sus líneas.
ELIZABETH: Yo, sus recetas.
CARLA: Cada miércoles y jueves.
ELIZABETH: No seré el cadaver de Elizabeth Taylor.
CARLA: Ni la mano que sostiene la bandeja.
ELIZABETH: La pantalla será now tu corazón.
CARLA: Nadie notará la diferencia.
ELIZABETH: Estarás magnífica habitándome.
CARLA: Reiterada pero meteórica.
ELIZABETH: El único par de ojos aquí, han sido los tuyos.
DIECISIETE
COROLARIO
63
CARLA: Celosamente ocultos casos similares han ocurrido.
ELIZABETH: Cierta Olivia de Hallivand
ha reencarnado en una vendedora de tamales de 11 años de edad en la antigua Nicaragua.
CARLA: Aseguran que Jerry Lewis
ha sido visto en bikini por las heladas costas de Oslo.
ELIZABETH: Y que desgraciadamente, otro intrépido Buster Keaton
cayó del Empire State destrozándose contra el pavimento.
CARLA y ELIZABETH: Nadie escapa a su biografía.