Ni un hotel cinco estrellas, ni un piso en el barrio más chic.
Cuando viajo, donde realmente me siento cómodo es en una lavandería.
No se. La espuma me calma, el ruido de los motores me acuna.
Si hay ropa girando: ahí me encuentran.
Por supuesto que es una obsesión. Pero no me molesta, la practico.
En las tres imágenes: Berlin, Amsterdam y Barcelona.
La muerte de la mugre. La consagración de mi tara.
Freud ya sabe donde colgar los calcetines.
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