
Ayer bajando una escalera terminé en el piso.
Mi pequeña osamenta recayó sobre el tobillo izquierdo.
Ahora mismo es una empanada.
Estaba en el labruro: así que taxi y rápido a casa.
Pata en alto, hielo, y a esperar que desinflame.
Si lo cuento es porque lo que lo provocó (además de mi pelotudez)
es algo que ni se me había cruzado pensar.
Algo que todos llevamos incorporado, y parece que será por un buen tiempo.
Así es: el barbijo.
Parece desquiciado, pero si lo llevas puesto no ves abajo.
O no como antes.
El campo visual decididamente está restringido.
En el apuro por recibir unas cajas con libros,
creí haber llegado a la Planta Baja,
pero todavía faltaban 3 escalones.
Nada grave, pero fue un golpe feo.
Que sirva, al menos para evitar tropezones, cambios de cadera y demás delicias.
Hermoso el 2020, ¿no?
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