Mi formación artística ha sido esencialmente delante de un televisor. Así es. Blanco y negro. Con 4 canales. Que al girar la perilla del volumen, te pateaba. Ya no como sofisticada metáfora comunicacional, sino como pequeña y sádica descarga eléctrica que te dormía la mano durante los segundos que duraba la puteada.
En las parcelas de mi memoria, destino un sitio privilegiado al Paseo de la Fama que construí durante años, sentadito en el living de José María Moreno acorazado por chizitos y Fanta Naranja, mientras mis hermanos jugaban al fútbol.
En este museo, las figuras de cera no son las divas y ni los superheroes, sino mi infancia. Aquí mi primera novia fue “La Mujer Maravilla”. Después llegaron la Señorita Peel de “Los vengadores”, y la tenista profesional que por accidente en paracaídas debió recibir reemplazos biónicos en ambas piernas, brazo derecho y oído derecho autorizado por Oscar Goldman. Después vino “Magnum”, y entendí todo.
Como un biólogo que que entre cristales colecciona libélulas y alas de mariposa, comparto mi privado y horroroso gabinete de obsesiones.
Para ver la colección completa, podes seguirme en los incipientes canales de TikTok y Youtube que llevan mi nombre. Eso me ayudaría mucho.
Desde esta colina veo arder la desesperación de mi esposo.
Por salvarnos de la quiebra, ha prendido fuego al esfuerzo de toda su vida.
Tres generaciones de afroamericanos bajo el rayo de sol han levantado este modesto imperio cerealero.
Lo que aún desconoce mi amado Richard, es es que el dueño de la Compañía de Seguros acaba de volarse la tapa de los sesos.
Wall Street esta mañana ha caído en picada. Aquello es un estruendo.
El más aterrador de los silencios nos rodea.
Inútil.
Como es el balde que cargo por intentar salvar lo poco que queda de nuestra cosecha.
Aquí comienza mi historia, en el momento exacto en que termina la de mi hijo: Tom Sawyer.
Un poste encendido cayó sobre su espalda, aplastando su vida de inmediato.
Y la nuestra: la de mi marido, la mía, y la de este país.
Dios ha liberado al pequeño Tom.
Sus aventuras han dejado de circular.
Revisen los estantes de sus bibliotecas. Puras páginas en blanco hallarán.
Sólo la mano que borra aprende a escribir.
NADIE ESCAPA A SU BIOGRAFÍA, DE DIEGO KEHRIG, ES UN LIBRO QUE RESPIRA CON EL AIRE DE MANUEL PUIG, JEAN GENET, ELIZABETH TAYLOR Y MUCHOS OTROS FANTASMAS SAGRADOS
Texto Kado Kostzer
A pesar de haber sido presentado como una recopilación de textos teatrales, Nadie escapa a su biografía va más allá de lo meramente teatral. Con frecuencia el lector no hallará el nombre del personaje en mayúsculas, los dos puntos, quizás luego la acotación escénica seguida por el correspondiente diálogo. Su autor utiliza una idea más dinámica y libre rompiendo cadenas con las convenciones que imponen los textos de teatro impresos. La muerte no se parece a nadie (Fábula peronista a partir de Las criadas de Jean Genet); Negro corazón (Comedia estrafalaria a nueve pisos de altura); Perros golpean teléfonos (Verba travestí) y Nadie escapa a Elizabeth Taylor (Manual de supervivencia), son los cuatro expresivos títulos -y aclaraciones de los mismos- que invitan a ser leídos también como amena prosa.
En sus gustos Kehrig es ecléctico y sus fuentes de inspiración tanto o más. En bibliografía bien asumida conviven -en textos plenos de humor con agudas observaciones que rozan la tierna y la cruel parodia- los mundos del maldito Genet, Manuel Puig, Copi, Pizarnik, Perón, Mishima… Tampoco faltan íconos gay como Elizabeth Taylor, en la más feliz de las piezas, o Evita, sin dejar de lado el espectro de Niní Marshall, que revolotea en personajes de gracia muy actual y, sin embargo, fieles al inequívoco y perdurable modelo.
Reciclador inteligente -de materias nobles y no tanto- la tarea de Kehrig en el campo ¿del teatro? ¿de la literatura? consiste un poco a la manera de lo que Antonio Berni hiciera en la plástica: estructura sus obras como patchworks. Es como una abuelita que va cosiendo retacitos coloridos -de gran valor estético en su individualidad- para integrarlos a un todo donde no solo armonizan, sino que conjugan. El resultado es una manta mágica que cobija, calienta, alegra… aunque también inquieta (¿temor a la asfixia?). Detrás de la ancianita paciente con aguja y dedal -del sentido figurado- hay un cuarentón emprendedor, de mirada nada inocente, además de rotunda presencia física.
Si pensamos en términos de escenario, de un hecho teatral propiamente dicho -que puede ocurrir, o no, poco importa- cada uno de los cuatro textos es disparador de conceptos visuales tan potentes como ilimitados y a la vez urgidos de un tratamiento profundo para no dañar su ligereza. También de un tratamiento ligero para no herirlos en su espesor de tintes surrealistas la mayoría de las veces. En el postfacio que acompaña la edición, el autor advierte: “Hasta hoy, lo que podría llamarse “mi escritura” no estaba destinada a ser leída, sino a ser respirada. Como si me hubiese tocado ser un ingeniero que construye autopistas, para que luego lleguen los actores, y sean los autitos. Así que esta publicación me obligó a expandir registro, y transitar nuevos carriles de comunicación. Pero no todos fueron atolladeros. Llegué a la ruta con las alforjas bien provistas, conté con un bagaje oportunísimo: una empedernida vocación por el extravío”.
La dramaturgia de Nadie escapa a su biografía es descaradamente contemporánea. Diego Kehrig, dotado de instinto de esponja, saber absorber los clichés, modismos y ¡taras! sociales para -en precisas piruetas- darlos vuelta y mostrarnos otra textura, otro dibujo, otro color… Su teatro (a pesar de lo antipático de los sellos) es ¡costumbrista! Su visión nunca es solemne, siempre jocosa. Nunca es censora, siempre burlona, alguna dosis de oportuno y eficaz vitriolo.
PÁGINA 12 / SUPLEMENTO SOY AÑO 7 NRO. 350 28.11.14
Obra: Creo en un solo dios
Autor: Stefano Massini
Traducción: Patricia Zangaro
Elenco: Noemí Morelli, Estela Gareli, Antonia Bengoechea
Escenografía y Vestuario: Julieta Ascar
Diseño de Luces: Félix «Chango» Monti, Magdalena Ripa Alsina
Asistencia de Dirección: José Araujo
Puesta en Escena y Dirección: Edgardo Millán
SALA
NüN Teatro·Bar
Juan Ramírez de Velazco 419
Buenos Aires
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